Esto no es algo nuevo. Ya en 1963, S.Lewis Johnson, uno de mis profesores en el seminario, escribió un excelente artículo titulado:"La parálisis del legalismo" Puso el dedo en la llaga:
"Uno de los problemas más serios que enfrenta la iglesia cristiana tradicional es el problema del legalismo. Uno de los problemas más serios que enfrentaba la iglesia en tiempos de Pablo era el problema del legalismo. Siempre ha sido así. El legalismo arrebata el gozo del Señor de la vida del creyente, y con el gozo se va tambien el poder para la adoración viva y el servicio entusiasta. No queda otra cosa que una expresión reprimida, triste, indiferente y sin brillo. La verdad es traicionada, y el glorioso nombre del Señor se transforma en un seudónimo de todo lo que mata la alegría. El creyente sujeto a la ley es una pésima parodia del verdadero creyente."
A pesar de que escribió esto hace varias décadas, describe a la iglesia en la década de los años 90 y la que entra al siglo XXI. Si quiere encontrar grupos de individuos "reprimidos, tristes, indiferentes y sin brillo", visite muchas (me estoy conteniendo para no decir la mayoría) de las iglesias evangélicas de nuestro tiempo. Escribo estas palabras con un profundo dolor y una enorme desilusión. ¡Si me preguntara cuáles son los mayores enemigos que tiene el cristianismo auténtico en nuestro tiempo, creo que el primero que nombraría es el legalismo! Como vengo diciendo desde el principio de este libro, el legalismo es un asesino. Las personas legalistas, con sus listas de lo que se puede y no se puede hacer, matan el espíritu de gozo y la espontaneidad en aquellos que desean disfrutar de su libertad. Las personas legalistas que están en lugares de liderazgo asfixian la verdadera vida de la iglesia, aunque declaren que están siriviendo a Dios.
Si usted nunca se enfrentó al dedo acusador de los legalistas, es un caso excepcional....no se imagina la bendición que ha tenido. Si ha estado sometido a esa esclavitud y se ha liberado (como yo), sabe mejor que nadie lo precioso que es el don de la libertad. ¡Vale la pena luchar por conservarla!
Tengo a mi lado la Biblia abierta en el capítulo 5 de la carta a los Gálatas. Como acertadamente se la ha llamado, esta epístola es la Carta Magna de la libertad cristiana. De echo, el primer versículo de este capítulo contiene un mandamiento que, si fuera creido y obedecido, contribuiria enormemente a frenar el legalismo.
"Estad pues firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud"
Nada perturba tanto al legalista como la verdad liberadora que contiene la gracia. Ya en el siglo I, Pablo les escribía a creyentes que no deberían haberse dejado engañar de esa forma, y sin embargo habían caido bajo el influjo paralizante de los asesinos de la gracia. Hay una paráfrasis que traduce así Gálatas 5:1:
"No pierdan su libertad abdicando....Planten sus pies firmemente dentro de los límites de la libertad que Cristo les dió, y no permitan que les impongan de nuevo el yugo de esclavitud"
El creyente debería tener el valor de decir: "Otórgenme la libertad por lo que Cristo hizo. La esclavitud es esclavitud, sea política o espiritual. Denme la libertad que Jesús ganó en el Calvario, porque si no me la dan sigo siendo esclavo. Es preferible la muerte antes que la esclavitud...de modo que asegúrenme la libertad que Jesús conquistó para mi, o prefiero morir." Vivir en esclavitud es declarar nula la gracia de Dios.
(continuará)
extraido del libro: El despertar de la Gracia, de Charles R. Swindoll
No hay comentarios:
Publicar un comentario